sábado, 29 de diciembre de 2012




¡No me llaméis democracia, por favor!
Luis Arconada Merino ()
(Artículo publicado en el diario Panorama el 12/01/1988)

También las palabras tienen propia sensibilidad: Se regodean cuando se las encaja en su justo molde, y se ofenden si se las saca de su propia y ajustada órbita.
Tal sucede a la palabra democracia. En pocas ocasiones se siente a gusto con el significado que le confieren. Las más de las veces se le hace significar lo que ella no quiere, se le hace sentirse como desempeñando un papel grotesco, una farsa de su seria y respetable realidad. En estos casos me parece que nos grita con enojo:
“Si por temor a mi realidad auténtica, evadís mis exigencias y optáis por una conducta que es la negación de mi propia esencia, por favor no me llaméis democracia! Si en vuestros métodos para la elección de cualquier poder está ausente, por prohibida, la libre crítica a los que a ese poder aspiran, no me llaméis democracia. Si lo que cuenta en primer lugar para promover a un cargo no es la capacidad y el mérito, si la elección se lleva a cabo sin la directa participación del pueblo, no me llaméis, por favor, no me llaméis democracia.
Si vuestra opinión y vuestras creencias son fabricadas arteramente por los medios de comunicación, de los que se han hecho dueños los capitalistas, siempre atentos a servir sus propios intereses, no tendré más remedio que reconocer vuestra impotencia para hacer frente a esa presión mental, pero mientras no obréis por la fuerza de vuestras bien asentadas convicciones, el resultado será la imposición de un régimen cualquiera, nunca el mío. No me llaméis entonces democracia.
Si en vuestro programa político lanzáis a los cuatro vientos las consignas de igualdad y libertad (no cito la fraternidad por no hacer la burla más hiriente todavía) y no es respetado ni siquiera el principio de una igualdad elemental, condición imprescindible para la libertad, lo que saldrá de ese programa tendrá de democrático solo el nombre; será una ficción, una pamema. No lo llaméis democracia.
Si los delegados del pueblo no están enteramente al servicio de este, no le dan cuentas de su gestión en el Congreso y si el resultado de esas cuentas resultare negativo y el pueblo no remueve de su cargo a tan inútiles representantes, mi ausencia en ese sistema político es absoluta, como es absoluta la carencia de poder del pueblo. Solo estoy presente y satisfecha cuando la representación del pueblo en el Congreso es auténtica, es efectiva y es leal.
Si esos delegados o procuradores del pueblo son nombrados desde arriba y el poder municipal, el poder de cada Estado y el poder presidencial no es postulado desde abajo, desde la misma se, esa delegación es falsa por ser postiza. Yo tampoco estoy en un       régimen de tal naturaleza. No me llaméis entonces democracia!
Y si esa postulación brotase del mismo pueblo, pero con ella se agotase su participación en el poder, que no volverá a ser ejercido hasta pasados otros cinco años, no deis tampoco mi nombre a ese sistema. No lo llaméis democracia.
No podéis estar orgullosos de un régimen en el que el pueblo apenas cuenta, no podéis hacer alarde de demócratas si hacéis un ídolo de cada candidato nombre os encandila y no os deja pensar en los principios por lo que tal candidato se gobierna. La idolatría degrada al “pueblo que la practica. La democracia no es un régimen borreguil, es un régimen para hombres a los que solo mueve la razón la conciencia cívica. No digáis que podéis verme ni sentirme en el revoltijo de hombres inertes con los que se hace lo que el ‘amo” quiere y no lo que un pueblo sensato solicita.
Si os mandan vuestros mandatarios y no son ellos los que os obedecen y están consagrados a vuestro servicio, traicionan mi esencia, que es el mando virtual del pueblo, y si, anulado vuestro poder de decisión, descargáis vuestra responsabilidad en un régimen presidencialista, no me culpéis de vuestra insignificancia. La culpa la tiene vuestra negligencia, cuando no vuestra cobardía. ¡No me llaméis, por favor, no me llaméis entonces democracia!
Hasta aquí el artículo de mi padre QEPD. Así veía a la "democracia" que en aquel tiempo existía. A pesar de que la situación ha cambiado, no obstante cabe preguntarse ¿Está  vigente el artículo? ¿Se dan por completo las condiciones para llamar al actual sistema "democracia" sin que la propia palabra nos lo reclame?