¡No me llaméis democracia, por favor!
Luis Arconada Merino (┼)
(Artículo publicado en el diario Panorama
el 12/01/1988)
También las palabras tienen propia
sensibilidad: Se regodean cuando se las encaja en su justo molde, y se ofenden
si se las saca de su propia y ajustada órbita.
Tal sucede a la palabra democracia. En
pocas ocasiones se siente a gusto con el significado que le confieren. Las más
de las veces se le hace significar lo que ella no quiere, se le hace sentirse
como desempeñando un papel grotesco, una farsa de su seria y respetable
realidad. En estos casos me parece que nos grita con enojo:
“Si por temor a mi realidad auténtica,
evadís mis exigencias y optáis por una conducta que es la negación de mi propia
esencia, por favor no me llaméis democracia! Si en vuestros métodos para la
elección de cualquier poder está ausente, por prohibida, la libre crítica a los
que a ese poder aspiran, no me llaméis democracia. Si lo que cuenta en primer
lugar para promover a un cargo no es la capacidad y el mérito, si la elección
se lleva a cabo sin la directa participación del pueblo, no me llaméis, por
favor, no me llaméis democracia.
Si vuestra opinión y vuestras creencias
son fabricadas arteramente por los medios de comunicación, de los que se han
hecho dueños los capitalistas, siempre atentos a servir sus propios intereses,
no tendré más remedio que reconocer vuestra impotencia para hacer frente a esa
presión mental, pero mientras no obréis por la fuerza de vuestras bien
asentadas convicciones, el resultado será la imposición de un régimen
cualquiera, nunca el mío. No me llaméis entonces democracia.
Si en vuestro programa político lanzáis a
los cuatro vientos las consignas de igualdad y libertad (no cito la fraternidad
por no hacer la burla más hiriente todavía) y no es respetado ni siquiera el
principio de una igualdad elemental, condición imprescindible para la libertad,
lo que saldrá de ese programa tendrá de democrático solo el nombre; será una
ficción, una pamema. No lo llaméis democracia.
Si los delegados del pueblo no están
enteramente al servicio de este, no le dan cuentas de su gestión en el Congreso
y si el resultado de esas cuentas resultare negativo y el pueblo no remueve de
su cargo a tan inútiles representantes, mi ausencia en ese sistema político es
absoluta, como es absoluta la carencia de poder del pueblo. Solo estoy presente
y satisfecha cuando la representación del pueblo en el Congreso es auténtica,
es efectiva y es leal.
Si esos delegados o procuradores del
pueblo son nombrados desde arriba y el poder municipal, el poder de cada Estado
y el poder presidencial no es postulado desde abajo, desde la misma se, esa
delegación es falsa por ser postiza. Yo tampoco estoy en un régimen de tal naturaleza. No me llaméis
entonces democracia!
Y si esa postulación brotase del mismo
pueblo, pero con ella se agotase su participación en el poder, que no volverá a
ser ejercido hasta pasados otros cinco años, no deis tampoco mi nombre a ese
sistema. No lo llaméis democracia.
No podéis estar orgullosos de un régimen
en el que el pueblo apenas cuenta, no podéis hacer alarde de demócratas si
hacéis un ídolo de cada candidato nombre os encandila y no os deja pensar en
los principios por lo que tal candidato se gobierna. La idolatría degrada al
“pueblo que la practica. La democracia no es un régimen borreguil, es un
régimen para hombres a los que solo mueve la razón la conciencia cívica. No
digáis que podéis verme ni sentirme en el revoltijo de hombres inertes con los
que se hace lo que el ‘amo” quiere y no lo que un pueblo sensato solicita.
Si os mandan vuestros mandatarios y no
son ellos los que os obedecen y están consagrados a vuestro servicio,
traicionan mi esencia, que es el mando virtual del pueblo, y si, anulado
vuestro poder de decisión, descargáis vuestra responsabilidad en un régimen
presidencialista, no me culpéis de vuestra insignificancia. La culpa la tiene
vuestra negligencia, cuando no vuestra cobardía. ¡No me llaméis, por favor, no
me llaméis entonces democracia!
Hasta aquí el artículo de mi padre QEPD. Así veía a la "democracia" que en aquel tiempo existía. A pesar de que la situación ha cambiado, no obstante cabe preguntarse ¿Está vigente el artículo? ¿Se dan por completo las condiciones para llamar al actual sistema "democracia" sin que la propia palabra nos lo reclame?
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